9.30.2006

Lleva más de veintiséis años dando vida a materia inerte...El hombre de las piedras



En el populoso distrito limeño de Villa María del Triunfo, en un amplio y ventilado cuarto, se ubica un peculiar mini zoológico. Allí reposan águilas, loritos, búhos, peces y exóticas aves. Si bien no se trata de animales vivos, su perfecta hechura y anatomía hacen confundir a cualquiera. Además, todas las piezas tienen algo en común: están talladas en piedras semi preciosas y han sido hechas por las manos de José Yantas, un artista sin igual.
Por Rebeca Tello

Empezó esculpiendo búhos de distinto tamaño y veamos la suerte que estos le han dado.
En la actualidad José Yantas Vizurraga, no solo está considerado como uno de los mejores maestros talladores en piedras semipreciosas del Perú, sino que sus trabajos se admiran en el extranjero, especialmente en los Estados Unidos.
Como buen hijo de La Oroya, hermosa localidad del departamento de Junín, José es alegre y modesto.
Hasta hoy no deja de sorprenderse cuando ve que aquello que inició como algo divertido, se convertiría años más tarde en el principal medio para ganarse la vida. “No imaginé que iba a dedicarme toda mi vida a esto”, dice muy risueñamente.
La habilidad de José Yantas no solo hizo posible que permaneciera durante 14 años en una empresa donde empezó haciendo lapidación, es decir tallando gemas para joyería, sino que le permitió independizarse mucho antes de que esta quebrara. Además fue ahí cuando descubrió la habilidad que tenía para tallar minerales.
Para él, no existe piedra imposible de esculpir, aunque admite que quizás haya una más que otra difícil de trabajar. La piedra ágata es una de ellas, por su dureza. Otra es la dumorterita, seguida en dificultad por la pirita.
De la piedra a la belleza
Observar cada uno de los trabajos de José Yantas, es extasiarse con ellos. Hermosas águilas con las alas extendidas y las garras de oro, plata o bronce, que parecen que van a saltar o volar en cualquier momento, o graciosos pericos, tucanes o salamandras, cuyos ojos dan la impresión de parpadear, son una prueba de lo que decimos. Todas las aves o mamíferos parecen haber salido de su nido o guarida, por la increíble perfección con las que han sido hechos.
Las piedras con las que trabaja José son traídas de las minas del interior del país en unas camionetas, por jóvenes recolectores que de esa manera se ganan la vida.
Yantas Visurraga se alegra cuando estos le traen rarezas, nuevas muestras de minerales que aprecia como nadie.
“En el año ‘75 cuando empecé había solo crisocola, ópalo, cuarzo, y serpentina. Mas o menos eran 4 variedades. Poco a poco se han hallado más minerales y todavía hay para descubrir muchos más”.
Para conocer cómo se realiza el tallado de tan bellas figuras, recorrimos el taller que Yantas tiene en el patio de su casa.
Allí el ruido es descomunal por la intensa actividad que realizan las máquinas, cada una de las cuales ha sido acondicionada de acuerdo a su uso.
Por ejemplo, hay una que perteneció a un odontólogo, y que ha sido adaptada para hacer pequeños detalles, como bifurcaciones al pelaje de las aves.
El proceso, tal como lo explica José resulta al parecer no tan complicado como se cree.
Primero se toma una piedra en bruto y según la forma y el tamaño, se procede a elegir la figura que se plasmará en ella.
Por ejemplo, si lo que se quiere hacer es un elefante, se dibujará primero la silueta del paquidermo con la ayuda de un plumón. De ahí otra persona que se encargará de cortar según el trazo hecho y otro le dará forma, es decir lo irá tallando poco a poco hasta otorgarle el parecido a la muestra en mención.
Cabe señalar que no existe un plazo establecido para terminar un determinado trabajo, pues ello depende de la dureza de la piedra que se emplee, el tamaño y la disponibilidad del material.
Otro aspecto que merece resaltarse es el hecho de que ninguna de las piedras es pintada con algún tipo de pintura o colorante, pues estas son perfectamente combinadas, de acuerdo a su color y estado natural, y según la pieza que vaya a ejecutarse.

Del Perú al mundo
Las obras que realiza José Yantas, son adquiridas por conocedores en Estados Unidos. Los precios varían desde los 300 dólares que podría costar un hermoso águila, hasta 20 dólares por los que podrían pagar por un bonito pez elaborado en mangano calcita, una piedra muy parecida al cuarzo rosado.
Sin duda que los próximos meses serán cruciales para Yantas Visurraga, pues está a puertas de iniciar la exportación de sus trabajos.
Con tal propósito ha formado en el país del tío Sam una empresa que lleva su nombre.
La idea de Yantas es vender sus trabajos por medio de Internet .
Por el momento su esposa y sus tres hijos están viviendo Estados Unidos, en la localidad de Bradenton, Florida, y están aprendiendo a dominar el idioma.
En el Perú son nueve las personas que trabajan junto con José, sin embargo, como su meta es reunirse con su familia, tiene pensado mudarse para allá en un futuro.
“Ya formé la empresa y tengo también la visa de trabajo. Mi empresa se llama ‘Esculturas José Yantas INC’, y ya me sellaron el pasaporte. Voy a viajar para sacar mi social security y empezar a trabajar y vender en Estados Unidos”.
José tiene en mente ir llevándose poco a poco a sus más dedicados ayudantes, para que hagan allá lo propio que hacen en el Perú.
“A cada uno los he especializado en hacer águilas, a otros loros, a otros grullas, a otros peces, a otros reptiles y a otros batracios. Es decir cada uno tiene una especialidad”.
Lo que más salida tiene de sus bellos trabajos son las águilas, que a propósito, son las engreídas de José, por los dividendos económicos que le otorgan, aunque también simpatiza con las iguanas grandes.
Cuando ve la cara de satisfacción que cada cliente o visitante pone al mirar cada una de sus obras, José no hace más que sonreír de satisfacción, con esa sonrisa franca que invita a imitarlo.
Si bien admite no conocer el significado que pueda tener cada una de las piedras que con excelso arte da forma, si sabe distinguir una de otra, hasta con los ojos cerrados. “La obsidiana se parece de lejos al ónice, pero hay que distinguir que la primera es como plástico, medio vidriosa, en cambio la segunda es incomparable. No me pueden engañar en cuestión de piedras”, dice.
José ha participado dos veces en la feria de Tucson, Arizona en Estados Unidos, una de las más importantes a nivel mundial.
Ahí se reúnen todos los maestros que se dedican a la joyería y a los tallados en piedra. En febrero, durante la última edición le fue tan bien con la venta, que decidió quedarse un mes y medio con su esposa e hijos.
Para José Yantas el futuro se le presenta promisorio, sin embargo no deja de preocuparle la competencia que están haciendo los comerciantes chinos.
“Ellos consiguen las piedras a muy bajo precio y en grandes cantidades, y hasta me han dicho que están comprando en el Perú crisocola y se la están llevando toda, al punto que nos están dejando sin material. Pienso que debería haber una ley que prohiba eso como en Argentina, donde la rodocosita no sale en bruto sino trabajada, así le dan trabajo a mucha gente y no unos cuantos”.

Matanza de Uchuraccay: la comisión sin retorno





El Perú está marcado por hechos de violencia que difícilmente pueden borrarse de nuestras mentes. Uno de ellos ocurrió 23 años atrás en la comunidad quechua de Uchuraccay, ubicada en las alturas de la provincia de Huanta (Ayacucho), a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Hasta allí llegaron 8 periodistas y un guía en busca de la noticia, sin saber que ellos mismos serían los protagonistas de tan terrible suceso. La matanza develó que en el Perú, el terrorismo estaba ganando terreno y que nadie estaba a salvo. Los hoy llamados mártires del periodismo, escribieron con sus vidas, páginas de heroísmo, gloria y entrega.
Por Rebeca Tello


Eran los primeros días de enero del año 1983. En cada familia de los 8 periodistas y su guía, ocurrían hechos distintos. Por ejemplo, Eduardo de La Piniella Palao, empezaba a ejercer el periodismo en el Diario Marka. Tenía 33 años, un hijo de seis y muchos deseos por ahondar sobre la investigación, en su deseo por informar la realidad sobre lo que realmente sucedía en esas inexplorables zonas del Perú que por entonces se desangraba.

Otra era la historia que se tejía en torno al periodista del Diario La República, Jorge Sedano de 52 años. Este curtido hombre en las lides periodísticas, si bien estaba algo subido de peso, no se hizo problemas cuando lo comisionaron para viajar a Ayacucho. Por su parte, Willy Retto, quien era uno de los más jóvenes del grupo, portaba siempre su pesada cámara fotográfica al hombro. Estaba aun soltero y con muchos proyectos en su mente.

Con ellos también estaban Pedro Sánchez Gavidia (Diario Marka), Amador García Yanque (Semanario Oiga), Jorge Luis Mendivil Trelles (Diario El Observador), Félix Gavilán Huamán (Diario Marka), Octavio Infante García (Diario Panorama de Huamanga) y el guía Juan Argumedo García.

El día elegido para sus muertes ya estaba señalado: un 26 de enero de 1983. Eran las 6 de la mañana cuando parte del grupo abandonó el Hostal Santa Rosa en cumplimiento de su comisión periodística En el trayecto se les unirían otros de sus colegas. Debido a la naturaleza de la zona, fueron pasados por diversos controles policiales y militares, sin imaginar que la muerte les estaba esperando cuando se dirigían hacia Huaychao, una comunidad vecina a Uchuraccay, para indagar por la muerte de siete presuntos senderistas a manos de los comuneros del lugar, ocurrida unos días antes (el 20 de enero).

Sin mediar mayores explicaciones y acusados de ser cómplices de los terroristas fueron asesinados con hachas, palos, y piedras. “Los golpearon hasta matarlos", contaría más tarde en quechua Saturnina Figueroa, esposa del comunero Severino Morales Ccente, quien también pereció en la matanza.

Según comenta la hoy periodista Rosa Argumedo Aguilar, hija del asesinado guía, Juan Argumedo, “hombres de prensa sospechaban que los autores de esas muertes eran las fuerzas del orden. Desconocían que entre las comunidades se había puesto en marcha un plan que promovía la liquidación de todo sospechoso de pertenecer a la subversión. Tampoco sabían que Uchuraccay había sido visitada recientemente por una patrulla de la Marina, que había indicado a los comuneros que los amigos vienen por aire, los enemigos llegan por tierra y los habían azuzado a eliminar a cualquier extraño que llegara a pie hasta el lugar".

Lo sucedido no hizo más que desnudar una cruda realidad por entonces: la desinformación que había en el campo ayacuchano, el poco o nulo interés de las autoridades peruanas ante desprotegidos grupo de quechuablantes en su mayoría y el amplio terreno que habían ganado los grupos subversivos en varias zonas del país.

Si los ocho hombres de prensa son considerados hoy en día como los “Mártires del Periodismo Peruano” no lo son en sí por sus muertes, atroces por cierto, sino por la cerrada defensa y entrega que tuvieron por develar la verdad ante la poca información objetiva que había por entonces.

En efecto. Los ocho periodistas partieron hacia esa remota zona del ande, en busca de la verdad, sin imaginar que allí les esperarían junto al cielo serrano y la tierra, las más escabrosas páginas que finalmente terminaron por escribir un capítulo más en la historia del periodismo peruano.

Cuando aconteció tal hecho, cursaba aun el colegio y ni siquiera imaginaba, convertirme más tarde en periodista. Hoy, al cabo de varios años, valoro y admiro el coraje que tuvo ese grupo de hombres de prensa que hasta el final, cumplió con su deber de informar. Al fin y al cabo, es deber de todo aquel que se precie de ser periodista, decir la verdad, aunque esta tenga que hacerse a costa de su propia vida (RTF)

9.16.2006

Entra a mi mundo

Entra a mi mundo

Monasterio de Santa Catalina de Arequipa:Remanso de paz erigido en sillar


Circundado por las calles Bolívar, Ugarte, Zela y Santa Catalina se ubica el Monasterio del mismo nombre, considerado como uno de los mayores atractivos turísticos que posee la Cuidad Blanca. Ser el único en el mundo con ciudadela, la coloca con toda razón en un orgullo para Arequipa, que no en vano ostenta el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Por Rebeca Tello

Han pasado 422 años desde que fuera fundado en Arequipa el Monasterio de Santa Catalina de Abad, perteneciente a la orden dominica y que aún alberga a 30 religiosas de clausura en una zona reservada, de edades comprendidas entre los 18 a 90 años.
Integramente construida en sillar, es hoy por hoy considerada como el mayor atractivo arquitectónico de Arequipa. Está edificada en una unidad estructural civil y religiosa de gran magnitud. Posee tres claustros, 6 calles, 80 casas que fueron vivienda de religiosas, una iglesia, una plaza y una valiosa colección de pintura virreinal que comprende unas 400 piezas. Para recorrer su interior se necesitan por lo menos dos horas, dada su extensión, que es de 20.426 m2.
Al ingresar hacia la mano izquierda nos encontramos con el locutorio, lugar hasta donde iban las religiosas al encuentro de las personas del mundo exterior. Seguidamente se halla la sala de labores y visitas, ambiente de doble propósito, pues permitía a las monjas realizar manualidades así como recibir visitas importantes, previa autorización del Obispo.
En el centro del primer patio hay un bien cuidado árbol de caucho rodeado de geranios de flores rojas.
El noviciado o claustro de las monjas es el lugar en donde las principiantes tomaban contacto con la vida religiosa, para optar luego por su vocación. En la parte superior del segundo patio se dejan admirar 55 cuadros que representan las letanías lauretanas del rosario: a la Virgen Prudentísima, a la Virgen Laudable, a la Rosa Mística o a la Torre de David, por citar algunos.
En otro de los patios se encuentra la Sala de Profundis, a la cual ingresamos, y cuyo nombre está vinculado al salmo 129. En aquel lugar eran veladas las religiosas. Desde ahí se pueden apreciar 13 retratos de igual número de monjas, que destacaron entre los años 1691 y 1884.
En cuanto a las calles que posee el Monasterio de Santa Catalina, la llamada Málaga es la primera de seis, todas nominadas con nombres de ciudades españolas. Allí destacan la sala Zurbarán, pequeño museo en el que se encuentran objetos y pinturas, así como trabajos de las religiosas. Como era de esperarse, la Virgen del Chapi, patrona de Arequipa, ocupa un lugar preferencial.
Otras calles como Toledo o Córdova cobran importancia, especialmente esta última, que posee edificios de los siglos XVIII y XX. Actualmente en el lado izquierdo viven las religiosas, quienes observan severamente clausura papal.
Hay en el recinto, también, una lavandería, cuyos depósitos están hechos de enormes vasijas cortadas por la mitad, a modo de tinajas. Junto a este lugar, se ubica el cementerio que se encuentra cerrado.
Ingresar a la cocina, en donde se advierten sartenes, ollas y otros depósitos tiznados por el humo de la leña con la que preparaban sus alimentos, nos dan la sensación de que el tiempo se hubiese detenido.
Las celdas de las religiosas son tan austeras como la vida que ellas eligieron llevar. Una cama similar a una dura mesa y un crucifijo al frente, es el único mobiliario, aunque algunos cuartos tienen además sillones o sillas adicionales.
Otro detalle que llama la atención son los tragaluces en forma circular, presentes en distintos ambientes.
Una de las inquilinas del Monasterio de Santa Catalina fue Sor Ana de Los Angeles Monteagudo, beatificada por el Papa Juan Pablo II, tras habérsele comprobado una serie de hechos milagrosos, como la curación de un cáncer.
La devoción a esta sacrificada sierva de Dios se deja traslucir en las monedas de distintos países que sus fieles le arrojan a los pies de la que fuera su cama.
La pinacoteca es otro de los lugares concurridos por sus bellas obras de arte, y es utilizado además por su excelente acústica para conciertos de música clásica y matrimonios.
El Monasterio de Santa Catalina de Siena fue visitado en noviembre de 1978 por los reyes de España, Juan Carlos I y doña Sofía.
Desde la parte alta, hasta la cual se llega tras subir una empinada y empedrada escalera, se divisa toda la belleza del Misti, que quieto parece observar la paz en Santa Catalina.
Hace más de 400 años que las religiosas dominicas permanecen en el lugar, según lo testimonian en un bien redactado documento en el que escuetamente dice: “estamos enamoradas no de un ideal o de un gran proyecto, sino de Cristo Jesús”