9.30.2006

Matanza de Uchuraccay: la comisión sin retorno





El Perú está marcado por hechos de violencia que difícilmente pueden borrarse de nuestras mentes. Uno de ellos ocurrió 23 años atrás en la comunidad quechua de Uchuraccay, ubicada en las alturas de la provincia de Huanta (Ayacucho), a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Hasta allí llegaron 8 periodistas y un guía en busca de la noticia, sin saber que ellos mismos serían los protagonistas de tan terrible suceso. La matanza develó que en el Perú, el terrorismo estaba ganando terreno y que nadie estaba a salvo. Los hoy llamados mártires del periodismo, escribieron con sus vidas, páginas de heroísmo, gloria y entrega.
Por Rebeca Tello


Eran los primeros días de enero del año 1983. En cada familia de los 8 periodistas y su guía, ocurrían hechos distintos. Por ejemplo, Eduardo de La Piniella Palao, empezaba a ejercer el periodismo en el Diario Marka. Tenía 33 años, un hijo de seis y muchos deseos por ahondar sobre la investigación, en su deseo por informar la realidad sobre lo que realmente sucedía en esas inexplorables zonas del Perú que por entonces se desangraba.

Otra era la historia que se tejía en torno al periodista del Diario La República, Jorge Sedano de 52 años. Este curtido hombre en las lides periodísticas, si bien estaba algo subido de peso, no se hizo problemas cuando lo comisionaron para viajar a Ayacucho. Por su parte, Willy Retto, quien era uno de los más jóvenes del grupo, portaba siempre su pesada cámara fotográfica al hombro. Estaba aun soltero y con muchos proyectos en su mente.

Con ellos también estaban Pedro Sánchez Gavidia (Diario Marka), Amador García Yanque (Semanario Oiga), Jorge Luis Mendivil Trelles (Diario El Observador), Félix Gavilán Huamán (Diario Marka), Octavio Infante García (Diario Panorama de Huamanga) y el guía Juan Argumedo García.

El día elegido para sus muertes ya estaba señalado: un 26 de enero de 1983. Eran las 6 de la mañana cuando parte del grupo abandonó el Hostal Santa Rosa en cumplimiento de su comisión periodística En el trayecto se les unirían otros de sus colegas. Debido a la naturaleza de la zona, fueron pasados por diversos controles policiales y militares, sin imaginar que la muerte les estaba esperando cuando se dirigían hacia Huaychao, una comunidad vecina a Uchuraccay, para indagar por la muerte de siete presuntos senderistas a manos de los comuneros del lugar, ocurrida unos días antes (el 20 de enero).

Sin mediar mayores explicaciones y acusados de ser cómplices de los terroristas fueron asesinados con hachas, palos, y piedras. “Los golpearon hasta matarlos", contaría más tarde en quechua Saturnina Figueroa, esposa del comunero Severino Morales Ccente, quien también pereció en la matanza.

Según comenta la hoy periodista Rosa Argumedo Aguilar, hija del asesinado guía, Juan Argumedo, “hombres de prensa sospechaban que los autores de esas muertes eran las fuerzas del orden. Desconocían que entre las comunidades se había puesto en marcha un plan que promovía la liquidación de todo sospechoso de pertenecer a la subversión. Tampoco sabían que Uchuraccay había sido visitada recientemente por una patrulla de la Marina, que había indicado a los comuneros que los amigos vienen por aire, los enemigos llegan por tierra y los habían azuzado a eliminar a cualquier extraño que llegara a pie hasta el lugar".

Lo sucedido no hizo más que desnudar una cruda realidad por entonces: la desinformación que había en el campo ayacuchano, el poco o nulo interés de las autoridades peruanas ante desprotegidos grupo de quechuablantes en su mayoría y el amplio terreno que habían ganado los grupos subversivos en varias zonas del país.

Si los ocho hombres de prensa son considerados hoy en día como los “Mártires del Periodismo Peruano” no lo son en sí por sus muertes, atroces por cierto, sino por la cerrada defensa y entrega que tuvieron por develar la verdad ante la poca información objetiva que había por entonces.

En efecto. Los ocho periodistas partieron hacia esa remota zona del ande, en busca de la verdad, sin imaginar que allí les esperarían junto al cielo serrano y la tierra, las más escabrosas páginas que finalmente terminaron por escribir un capítulo más en la historia del periodismo peruano.

Cuando aconteció tal hecho, cursaba aun el colegio y ni siquiera imaginaba, convertirme más tarde en periodista. Hoy, al cabo de varios años, valoro y admiro el coraje que tuvo ese grupo de hombres de prensa que hasta el final, cumplió con su deber de informar. Al fin y al cabo, es deber de todo aquel que se precie de ser periodista, decir la verdad, aunque esta tenga que hacerse a costa de su propia vida (RTF)

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